miércoles, 18 de marzo de 2009

Periodismo Cultural

Feria de revistas en La Plata, hace unas semanas ya: Si bien la jornada, como me viene pasando últimamente, empezó tardía (entre costera y la vida se me fue un vagón), la tercera parte de las horas estuvo bien: reencuentros emotivos y demases. Bien; como la verdad ya estoy perdiendo el hilo narrativo de mi vida en brumas de neurosis voy al grano: terminamos de comer la pizza con algunos amigos de allá, saludos, todo bien, subimos a la camioneta que milagrosamente habíamos pegado en ese reencuentro emotivo mencionado, y que por pudor generalizado, nombraremos a su conductor como Wilson; un viejo amigo, o conocido de zona sur, que tambiéne estaba con sus revistas vendiendo por ahí.
Bien, emprendimos con Wilson el regreso a casa. Nos confundimos de vía, pasamos por el boulevard de los trabas, volvimos, retomamos la 7, hablamos un poco del problema de base del rock nacional (es decir, el peronismo), del reggea-romántico-arjona que parece expandirse por el mercado musical actual como la mancha voraz, de las vicisitudes de hacer una revista cultural en un momento semejante de la historia de la humanidad y desde este punto cardinal del planeta tan inhópito como absurdo. Y bueno, en eso cruzamos por debajo de la autopista, seguimos de largo, yo dudé un poco del camino, porque de todas la veces que fuimos a la Plata, siempre siempre nos pasamos del enganche con la Belgrano, y esta vez no fue la excepción, le dije a Wilson, che, hay que dar la vuelta, y claro, no va que cordonea un poco que la chata se le queda ahí. Varada. En el medio de la noche de Florencio Varela. El motor se apaga. Momento suspendido, de esos que son como la misma cara del abismo (o lo que uno cree que debe ser el abismo, es decir, la expectativa). Y bueno, la palanca de cambio, al querer hacer primera, sonó como debe sonar un Troll de Tolkien haciendo gárgaras.
A las evidentes puteadas del Señor Wilson, le siguió el chiste fácil que nos caracteriza, y la verdad que el horno no estaba para hacer pizzas, ni para nada que se le parezca, nos bajamos de la chata y empujando de atrás, y con la tracción delantera que avanzaba a propulsión a puteadas, logramos subir la masa de chapa añeja a una estación de servicio. Teléfonos, más puteadas, el periodismo cultural me tiene las pelotas, chamuyo a una grúa de turno que cargaba gasoil, no, no me deja la empresa, porque me monitoriea desde la oficina (?), más teléfonos, al final, vuelta a empujar y la chata quedó ahí, en una estación de servicio de Florencio Varela, a la espera de un destino predeterminado si el devenir de los hechos no tomaba un rumbo alternativo; probablemente pocos iban a querer una chata llena de revistas culturales.
Subimos a un remís. Pero esas noches son de nunca acabar; y no son necesariamente las noches de excesos, de drogas, rockandroll y sexo (en aquellos que logran, claro, la frutilla del postre). Pero bueno, para hacerla corta, subimos por la Belgrano, Pasco a la derecha, y la niebla cósmica, cuasi nuclear, pos nuclear, de mad max, con ese olor a tóxico que inunda esa parte de nuestro querido Quilmes, avanzamos y a lo lejos vimos el remate de la anécdota: fuego. Montañas de fuego. Barricadas de fuego a una hora poco prudente para un oficinista devenido periodista cultural. El remís avanzó con la misma prupulsión que hizo avanzar a la tan desprestigiada chata, y de golpe, por arte de magia, el remisero dobló a la derecha. Wilson: flaco, no te mandes por esta porque nos van a la lichar. El auto que casi se queda en una calle de tierra, pega la vuelta, pregunta a los canas que encabezaban el piquete frente a la fábrica de vidrios (o lo que fuere), no, no te conviene ir por allá; es peligroso, y los tipos de atrás, encapuchados, con antorchas de fuego, parecía el fin del mundo, para escribir una novela pos apocalíptica hay que vivir en Quilmes, qué futuro? Hace rato que el futuro ya llegó hace rato. Pega la vuelta, da la vuelta más larga de la vida, vuelve a retomar pasco, nos deja ahí, en el cruce con Alsina.
Miro la hora: 4 de la mañan, en dos horas tengo que estar arriba. Otra vez.

Por Fernando Krapp

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si alguna vez te preguntan por una revista cultural, conta esa anécdota. No hables de imprentas, ni blogs, ni de colaboradores. El periodismo cultural también se hace con el cuerpo.
Saludos.
PD: conseguí el nº 2 y esta muy bueno

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Me gustó mucho lo que escribiste, gracias! Qué pasó con la revista o que ha pasado....?